¿Por qué incorporar participación accionaria comunitaria en proyectos de energía solar a gran escala?
Por Juan Dumas
Al adoptar un modelo de participación accionaria comunitaria, las empresas de energía pueden alinear sus objetivos comerciales con el impacto social, generando valor para las comunidades, reduciendo riesgos de inversión y facilitando un acceso más amplio al mercado.
Stella Zapata, de la Comunidad Mapuche Millaqueo, y Juan Dumas (Meliquina) presentan el proyecto solar ANTU de 18 MW en el Banco de Galicia ante una audiencia de inversión de impacto – Demo Day, Programa Escalar el Impacto, 13 de diciembre de 2024)
Abordando las Limitaciones de los Enfoques Actuales
Si bien su contribución a la mitigación del cambio climático es indiscutible, los proyectos solares a gran escala suelen enfrentar dificultades para demostrar un impacto social positivo a largo plazo. La fase de construcción genera empleo temporal (generalmente durante unos 12 meses) y oportunidades de adquisición de bienes y servicios para negocios locales, mientras que la fase operativa ofrece empleos mínimos, limitados principalmente a mantenimiento y seguridad. Los programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) vinculados a estos proyectos suelen tener presupuestos limitados y no logran generar beneficios transformadores para las comunidades.
Las instituciones financieras y las empresas generadoras tienden a centrarse en evitar daños mediante mecanismos de resolución de quejas, diálogo continuo con las partes interesadas y el cumplimiento de marcos normativos como los Estándares de Desempeño de la IFC, en particular el PS5 (Adquisición de Tierras y Reasentamiento Involuntario) y el PS7 (Pueblos Indígenas). Sin embargo, incluso el cumplimiento total de estos estándares no siempre aborda el principal motivo de oposición social: la percepción de las comunidades de estar excluidas de las oportunidades económicas generadas por los proyectos en sus territorios.
La Justificación de las Asociaciones de Capital Comunitario
Asociarse con comunidades como co-desarrolladores y accionistas bajo términos de mercado y con estructuras de gobernanza claras ofrece ventajas estratégicas clave para las empresas de energía:
Impacto Social Positivo Demostrable: Proporciona a las comunidades una fuente sostenible de ingresos, mejorando su estabilidad económica a largo plazo.
Mitigación de Riesgos: Reduce la probabilidad de oposición social mediante acuerdos de propiedad transparentes y la alineación de intereses.
Mejor Diseño de Proyectos: Las comunidades co-desarrolladoras aportan su conocimiento tradicional desde la etapa de pre-factibilidad del proyecto.
Aceleración de Permisos: Facilita aprobaciones regulatorias más rápidas y procesos de permisos más ágiles cuando hay apoyo local.
Diferenciación en el Mercado: Permite a las empresas operar con éxito en entornos complejos donde la oposición social representa una barrera.
Mayor Acceso a Financiamiento: Atrae fondos de bancos de desarrollo e inversionistas de impacto que buscan proyectos que vayan más allá del cumplimiento mínimo y generen resultados sociales positivos medibles.
Reputación Fortalecida: Posiciona a la empresa como líder en innovación social y desempeño ESG, aumentando su elegibilidad para premios y reconocimientos del sector.
ANTU: Una Oportunidad Pionera en la Región
El proyecto solar fotovoltaico ANTU de 18 MW, desarrollado en sociedad comercial entre la comunidad Millaqueo, Meliquina y Sustentar Energía, representa un modelo pionero para América Latina. Ofrece a un socio corporativo la oportunidad de liderar la implementación del primer proyecto de energía solar fotovoltaica a gran escala con participación comunitaria en la región, estableciendo un referente para futuros proyectos en América Latina y a nivel global.